viernes, 12 de enero de 2018

La radiación solar en el espacio y los peligros para los astronautas.


El Sol no es un astro estático, sino que expulsa continuamente material desde su superficie. Este flujo de partículas recibe el nombre de viento solar, aunque se trata de una denominación que puede llevar a confusión. El viento solar es en realidad un plasma, es decir, un flujo de partículas cargadas con un campo magnético asociado, lo que reviste gran importancia a la hora de analizar sus efectos en la salud. 

Está formado principalmente por núcleos de hidrógeno (protones) y helio (partículas alfa), los elementos más abundantes de nuestra estrella y del Universo. También hay una pequeña proporción de núcleos pesados, pero nada espectacular. Si fuera sólo por el viento solar, el Sol no supondría ningún peligro para los astronautas.


El problema es que el Sol escupe de vez en cuando grandes cantidades de partículas altamente energéticas. Estas “tormentas solares” reciben el nombre de Sucesos de Partículas Solares o SPE (Solar Particle Events) y su origen es bastante complejo. 

Los efectos de un SPE en el cuerpo humano son mucho peores que los ocasionados por el viento solar. Y mucho. Digamos que no te gustaría estar en el espacio exterior sin protección durante un suceso así, a no ser que quieras ser irradiado con dosis potencialmente letales. Por fortuna, los SPE son muy raros. 

Nuestra estrella emite uno o dos SPE importantes cada once años y sólo el 20% llega a afectar al Sistema Tierra-Luna. Aunque son impredecibles, el Sol tiene más probabilidades de generar un SPE cuando está cerca del máximo de su ciclo de actividad de once años. Una vez desatados, tardan entre doce horas y dos días en llegar a la órbita de la Tierra, lo que suele ser tiempo más que suficiente para alertar a los astronautas si se dispone de una red de detección adecuada.

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