En esta segunda entrega de esta serie hablaremos del primer paso del cometa Halley ocurrido a principios de siglo.
1P/1909 R1 Halley
Durante el siglo veinte el más famoso de los cometas apareció dos veces, lo cual no es usual teniendo en cuenta su periodo de 76 años aproximadamente. En ambos casos los astrónomos y aficionados del mundo entero se dispusieron a observar al Halley.
El retorno de este objeto en 1910 despertó un gran interés en el mundo científico, teniendo en cuenta que sería la única visita del mismo que podrían estudiar los astrónomos de ese momento (era muy poco probable que alguno de ellos siga vivo para 1986) además estaba disponible una nueva generación de grandes instrumentos. Los cálculos mostraban que pasaría a una distancia muy pequeña de la Tierra, de modo que las condiciones que presentaría para su observación serían excepcionalmente favorables. Además, las efemérides indicaban que la Tierra transitaría a través de la cola del cometa, lo que determinó un atractivo adicional.
Dos años antes, del retorno previsto comenzaron a buscar al cometa. La espera del Halley terminó el 11 de septiembre de 1909 cuando en Herdelberg, (Alemania) Max Wolf lo divisó en la constelación de Géminis. La noticia se difundió inmediatamente por todo el mundo, un viejo conocido de la humanidad estaba de vuelta.
En su acercamiento al Sol, el Halley se ubicó muy al norte, siendo bastante observable para los habitantes de dicho hemisferio, de modo que debió esperarse hasta el 30 de noviembre para lograr la primera observación desde latitudes australes.
Los habitantes del hemisferio sur tuvieron una privilegiada visión de este extraordinario astro luego de su paso por el perihelio.
El encuentro con el Halley se vivió en todo el mundo durante la primavera de 1910 hasta el momento cumbre del 18 y el 19 de mayo en el que nuestro planeta cruzó la cola del cometa mientras la humanidad contenía el aliento. En las semanas previas, la prensa fue un hervidero de rumores, artículos de todo tipo y publicidad engañosa que, entre otros productos, ofrecía máscaras para protegerse de los supuestos efectos nocivos del cianógeno, uno de los gases que componen los cometas. Rotativos como el New York Times se hicieron eco de aquella locura colectiva.
Lo mejor de todo fue que en 1910 apenas había contaminación lumínica, por lo que la visión del firmamento era excelente incluso desde grandes ciudades, como París, Nueva York y Madrid. Con ello, y merced a su gran proximidad, el impacto visual del Halley en plena noche fue abrumador.
Continuará...
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