Una de las principales propuestas de exploración para el futuro consiste en hacer aterrizar una sonda en la luna Europa de Júpiter. Dicha sonda debe determinar de una vez por todas si existe un océano (o lagos) bajo la corteza de hielo y, con suerte, aclarar si puede existir o no alguna forma de vida.
El problema es que aterrizar en Europa resulta fácil sobre el papel, pero en la realidad su superficie (especialmente las zonas más llamativas para los científicos) está repleta de surcos, zanjas, desniveles y demás topografía enemiga de vehículos espaciales provenientes de otro planeta. La sonda deberían estar equipada con un avanzado sistema de inteligencia artificial para escanear el terreno mediante radar para decidir por sí mismas el mejor lugar para aterrizar.
No hace falta decir que esto es muy complicado, especialmente si tenemos en cuenta que determinadas zonas de Europa son impracticables para esta misión por culpa de las altas dosis de radiación.
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