El día de hoy, 28 de enero, se cumplen 32 años del accidente del transbordador espacial Challenger.
La causa del accidente fue el fallo de los anillos aislantes de uno de los aceleradores de combustible sólido. Estos anillos debían impedir la fuga de gases incandescentes del interior cohete para evitar que la estructura exterior pudiera resultar dañada.
El diseño era en apariencia correcto, pero presentaba un gravísimo inconveniente: la goma de los anillos era extremadamente sensible a las bajas temperaturas. Por debajo de los 4º C, los anillos sufrían una notable pérdida en su capacidad de sellado. La noche antes del lanzamiento, la temperatura en Cabo Cañaveral alcanzó los -8º C, la más baja registrada en la historia del programa del transbordador antes de un despegue. Paradójicamente, el Challenger debía haber sido lanzado el 27 de enero, un día antes. De hecho, el día 27 la tripulación llegó a ocupar la cabina esperando el despegue, pero un fallo de la escotilla principal obligó a retrasar la misión hasta el día siguiente. De haber sido lanzado el 27, es posible que se hubiese evitado la tragedia.
Evidentemente, si el Challenger no hubiese despegado ese día la tragedia no hubiera tenido lugar. Pero más tarde o más temprano habría ocurrido otro accidente catastrófico, porque el fallo de la STS-51L no había sido un hecho puntual. El diseño de los SRB era claramente deficiente y esto ya se sabía nada más y nada menos que desde 1977
El principal problema que impidió cambiar el diseño defectuoso es que tenían prisa por tener listo al transbordador (gran parte del dinero fue puesto por el ejercito de EEUU que lo quería tener ya para sus misiones militares) que ya debería haber estado listo para 1978 (recién lo estuvo en 1981) rediseñar los SRB hubiera demorado mucho más la entrada en servicio del shuttle.
Los físicos recordamos con cariño a Richard Feyman, pues el participó de la comisión Rogers, formada para estudiar de forma independiente la tragedia. La opinión de Feyman sobre la causa del accidente fue diferente de la oficial, y considerablemente más crítica sobre el papel jugado por la dirección de la NASA de aquel entonces al dejar de lado las preocupaciones de los ingenieros. La Comisión Rogers puso en evidencia los graves fallos en la política de seguridad de la agencia espacial norteamericana.
El transbordador se había revelado como una máquina insegura y costosa, por lo que la agencia comenzó con el desarrollo de nuevas naves tripuladas, que lastimosamente nunca vieron la luz. El programa del shuttle continuó solo por inercia hasta que en 2003 se produjo otro accidente (Columbia) por lo que la agencia decidió retirarlo del servicio lo antes posible, hecho que ocurrió en 2011 pues los compromisos asumidos con la construcción de la estación espacial internacional evitaron que el transbordador sea retirado inmediatamente.
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