Durante la Guerra Fría las dos superpotencias, EE UU y la URSS, no sólo se plantearon seriamente su uso, sino que incluso llegaron a lanzar prototipos de estaciones láser al espacio. El objetivo de estos satélites era destruir la flota de misiles intercontinentales enemigos en caso de guerra nuclear, de ahí la importancia de estos proyectos. Aunque las dificultades tecnológicas eran (y siguen siendo) impresionantes, la perspectiva de alcanzar una ventaja estratégica sobre el contrincante justificaba sobradamente las enormes sumas de dinero invertidas en su realización.
¿Pero como funcionaban?
Los láseres debían destruir al misil en la primera fase de vuelo antes de que liberaran los vehículos de reentrada (MIRV) con las armas nucleares. La fina piel metálica de los misiles era un objetivo ideal para un arma de energía dirigida. No se necesitaba destruir el vehículo por completo. Una vez perforado el fuselaje, las altas velocidades del misil y la resistencia aerodinámica serían suficientes para desintegrarlo, o al menos desviarlo de su trayectoria. Destruir los MIRV mediante láseres no se consideraba viable por culpa de los gruesos y resistentes escudos de ablación que rodeaban las cabezas nucleares.
Todo esto era sencillo en teoría, pero en la práctica era poco menos que imposible. Para empezar, los láseres deberían ser extremadamente potentes y además sería necesario tener en cuenta la enorme velocidad relativa entre el misil y el satélite para que el haz láser pudiese enfocar constantemente el cohete, una tarea nada sencilla si tenemos en cuenta que la estación láser se mueve a 8 km/s.
Por si esto fuera poco, la estación debería ser capaz de enfocar el haz en función de la distancia variable al objetivo, además de tener en cuenta los efectos de dispersión y absorción de la atmósfera terrestre.
Al final, una de las propuestas más realistas fue la estadounidense MIRACL (Mid-Infrared Advanced Chemical Laser) un láser infrarrojo de fluoruro de deuterio de un megavatio de potencia. Derivado de este proyecto nació el Zenith Star un prototipo de estación de combate láser que estuvo muy cerca de hacerse realidad en los años 80.
La Unión sovietica por su parte desarrolló el proyecto Skif. Skif era menos ambicioso que sus contrapartidas norteamericanas, ya que su objetivo era destruir o inhabilitar satélites enemigos de la SDI, no misiles intercontinentales. Los satélites son en principio más frágiles que los misiles, además de seguir órbitas bien definidas. Esto permitió un desarrollo más rápido del proyecto, aunque los desafíos tecnológicos fueron también impresionantes.
Pero no pudo ser, la crisis económica y la caída de la URSS propiciaron la cancelación de estos proyectos.
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